EL GRAN EDIFICIO BLANCO

Holiii!!! Que tal???

Yo hoy he tenido un día bastante bueno, sigo con molestias abdominales pero no puedo dejar que mi vida se pare por esto. La amenorrea me ha enseñado que eso de meterse en la cama por el dolor no es viable, hay que moverse.

Ayer fui al gimnasio como os dije, me sentó genial, anduve media hora en la cinta, 20 minutos de elíptica algo de pesas y para casa, ducha calentita, cena y «Cuéntame como pasó» ( no voy a poder vivir sin esa serie el día que la quiten)

Me suelo enganchar a series, sobretodo españolas. no a todas, pero me gustan la gran mayoría. Creo que en España tenemos buenas ideas. No es que sea la típica carpetera pero me suelo enganchar a las historias de amor. Soy muy romántica  y me suele parecer una buena opción para terminar el día, con mucho amor 🙂

Hoy os traigo una historia, es cien por cien verídica. Me pasó cuando más lo necesitaba, en esos momentos en los que uno se cierra en si mismo y no ve lo que pasa a su alrededor.

Hay ocasiones en las que nos metemos en nuestras propias historias y no somos capaces de ver más allá de nuestras narices y eso no puede ser así. Al principio solo me preocupaban ciertas cosas, como mi peso y la imagen que proyectaba, hasta que me dí cuenta de que no todo en el mundo gira alrededor nuestro y que hay personas maravillosas qde las que podemos aprender lo más grande.

» Después de estar un largo tiempo dedicándome a mí, de haber perdido un montón de kilos y de vivir en una cajita de cristal para que nadie me volviese ha hacer daño, solo el justo. Una persona cercana a mí me ofreció un trabajo, pero no un trabajo cualquiera, me ofreció la llave de la felicidad y ahora entendereis por qué.

Me ofrecieron un trabajo como limpiadora en un hospital. Sin dudarlo dije que sí. Me pareció un buen sueldo y además pasaría desapercibida, con toda la gente que hay en un hospital como se iban a fijar en mí, una simple limpiadora.

El primer día que entré por la puerta, recuerdo que eran las cinco y media de la mañana, no tenía uniforme y eso ya iba a ser para mi un problema, ya que aún no tenía la talla de ropa que a mi me hubiese gustado tener y seguro que pensarían que estaba gorda.

Ese día que puse el pie en aquel hospital, cambió mi vida para siempre.

 Allí la jefa iba vestida como las que limpiaban y las que limpiaban lo hacían igual que la jefa, todas desayunaban juntas, comían, cenaban e incluso dormían en los turnos de noche. Primera impresión, me parecieron un grupo muy grande pero muy cerrado.
La jefa me miró y me dijo, hoy no te separes de mí, es muy importante.
Eso hice, pasamos  por todos los puestos supervisando el trabajo, me explicó como hacerlo y porque era tan importante.

Ahí si que pensé que estaba de coña, unas limpiadoras importantes, era un buen trabajo pero no se podían medir con un cirujano.

 Me dieron mi set de limpieza y me dijeron la planta que debía limpiar la séptima, nunca lo olvidaré. Esa planta estaba llena de personas enfermas de pulmón, no había distinción, ni de edad, ni de sexo.
La primera habitación la limpié con miedo, sin fijarme mucho en la persona que estaba en la cama. Pero en la segunda habitación una voz me dijo desde la cama
«Buenos días»
Me giré y vi a una anciana que quería levantarse y estaba sola. Se balanceaba hacia delante y hacia atrás. Yo la miré, dejé mi escoba y le pregunté si necesitaba algo y ella me dijo que ir al baño.
Le ayudé a incorporarse y cuando terminó empezó a preguntarme cosas; de donde era, como me llamaba, si tenía novio…
pobre estaba aburrida y sola, le contesté todas las preguntas y cuando terminé de limpiar me dijo:
«mañana nos vemos».
Esa mañana marco mi día, esa gente estaban allí días, semanas, incluso meses.

 A los diez minutos de salir de allí un chica de la limpieza venía hacia mi con mucho giro, a mi me dió que venía a echarme la bronca o a decirme algo que no me iba a gustar, nada más ponerse a mi altura, me miró, sonrió y me dijo: «Hola, soy Isabel, ¿te vienes a desayunar? luego si lo necesitas vengo y te ayudo»

Me quedé tocada y hundida.

 Todas desayunaban al lado de los médicos, y cuando digo todas es todas, se sabían sus nombres, la jefa hacía bromas, todas me preguntaron como lo llevaba, si necesitaba algo, aquello era increible.
Salí después de 8 horas de trabajo con una sonrisa de oreja a oreja, allí era una más y los enfermos eran tan amables conmigo, tenía que estar a la altura, me prometí que todos los días iría con una sonrisa de oreja a oreja, que les ayudaría y haría mi trabajo superbien.
 Asistí a partos, ayudé muchísimo, vi operaciones, jugué con niños, hablé con drogadictos, pensionistas, jóvenes, madres, abuelos, todos tenían una historia…ahora entendí lo que la jefa me dijo en su día, era un trabajo importante.
Eran muy importantes, en ese gran edificio blanco todos son una familia, las navidades más especiales de mi vida las pasé allí, todo es de otra manera, todo tiene magia, desde entonces me encanta la navidad.  En mi paso por el hospital aprendí que la vida es eso, da igual pesar más o menos y claro que me voy a encontrar con gente horrible por el mundo, pero por cada persona desagradable hay dos que necesitan sonreir y una que lo consigue y en eso consiste la vida, en ser felices, todos los días son un día nuevo y hay que vivirlo como si fuese el último, de verdad, el día que decidí ser una más, ese día me sentí especial…»

Bueno chiquitinas mías, espero que os haya gustado mi trocito de historia. Es algo que viví después de tener una experiencia horrible en otro trabajo.

Es importante querernos y hacerlo con mucha fuerza pero, también es importante querer lo que nos rodea, llenarnos de pasión y hacer las cosas con vida.

La palabra de hoy es empatía. Desde que enfermé con el tiroides exijo a todo el mundo que me entienda.

No me doy cuenta e intento que todos se pongan en mi lugar. Supongo que es algo que todos queremos y nosotros más.

Pero os juro que el día que me puse en la piel de esos enfermos, fue cuando entendí la suerte que tengo. Lo afortunada que soy de tener la oportunidad de luchar por un cambio, por ser mejor y que se note.

Tengo mucha suerte de que las personas de mi entorno estén ahí a mi lado, aunque pobres míos, no consigan entender lo que siento o padezco.

Por eso desde aquí os propongo un juego y es que mañana cuando os despertéis intentad hacer sonreír a cinco personas en todo el día. pueden ser familiares, novio o el pescadero, me da igual, sonreír primero y esa sonrisa será devuelta.

Pensad que a lo mejor esas personas necesitan que alguien les haga felices aunque sea un microsegundo. Luego pararos y apuntad como os sentís.

Ya es decisión vuestra si quereís seguir sintiendo esa sensación o no y sobretodo intentad recordar cuando fue la última vez que os sentisteís así, si fue hace mucho como yo, ya es hora de volver.

Un besito y nos leemos pronto

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